lunes, 11 de marzo de 2013

CITA DEL CÁNDIDO en Los sinsabores del verdadero policía de ROBERTO BOLAÑO.

Los sinsabores del verdadero policía, Roberto Bolaño, Ed. Anagrama.
Pág.163-164



Esa noche buscó en el Diccionario de la Real Academia el vocablo «nigología». No lo encontró. El diablo maldiga a estos madrileños de mierda, pensó con rabia. Lo más cercano era «nigola». f. Mar. Cuerdas horizontales de jarcias y gavias, que sirven de escalones para subir a los palos; aflechate, flechaste. ¡Navegar en un velero junto a las jarcias y las gavias! También estaba nigromancia o nigromancía, cuyo significado Jordi sabía gracias a los juegos de rol, y también la palabra nigérrimo, ma. (Del lat. nígerrimus.) adj. sup. de negro. Negrísimo, muy negro.
Tampoco estaba en el Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares ni en el Pompeu i Fabra.
Mucho más tarde, mientras sus padres dormían, se levantó desnudo de la cama y con pasos muy medidos, como si estuviera en una cancha de básquet de fantasmas, se dirigió a la biblioteca de su padre y buscó hasta dar con un ejemplar de Cándido en traducción castellana.
Leyó: «Está demostrado, decía Pangloss, que las cosas no pueden ser de otra manera que como son, pues estando todo hecho para un fin, todo es necesariamente para el mejor fin. Nótese que las narices han sido creadas para llevar antiparras, y por eso antiparras tenemos; que las piernas fueron visiblemente instituidas para que las enfundásemos, y tenemos calzones. Las piedras hechas para ser talladas y construir castillos con ellas, y por eso monseñor posee un castillo suntuosísimo, porque el barón más grande de la provincia es quien ha de estar mejor alojado; y como los cerdos han nacido para que se los coman, comemos cerdo todo el año; por consiguiente, los que afirman que “todo está bien”, han afirmado una necedad, pues debieron decir que todo está lo “mejor posible”».
Durante un rato permaneció acuclillado sobre la alfombra de la biblioteca balanceándose ligeramente y con los cinco sentidos puestos en otra parte. ¿Me he enamorado de ti?, pensó. ¿Me estoy enamorando? Y si es así, ¿qué puedo hacer? No sé escribir cartas. Estoy condenado. Después susurró herido: joder, Rosa, joder, qué cabronada, qué cabronada...

PRIMER CAPÍTULO DE CÁNDIDO, de VOLTAIRE.


Capítulo I: De cómo Cándido fue criado en un hermoso castillo y de cómo fue arrojado de allí.


Vivía en Westfalia, en el castillo del señor barón de Thunderten-tronckh, un mancebo a quien la naturaleza  había dotado de la índole más apacible. Su fisonomía anunciaba su alma; tenía juicio bastante recto y espíritu muy simple; por eso, creo, lo llamaban Cándido. Los antiguos criados de la casa sospechaban que era hijo de la hermana del señor barón y de un bondadoso y honrado hidalgo de la vecindad, con quien jamás consintió en casarse la doncella porque él no podía probar arriba de setenta y un cuarteles, debido a que la injuria de los tiempos había acabado con el resto de su árbol genealógico. Era el señor barón uno de los caballeros más poderosos de Westfalia, pues su castillo tenía puerta y ventanas; en la sala principal hasta había una colgadura. Los perros del corral componían una jauría cuando era menester; sus palafreneros eran sus picadores, y el vicario de la aldea, su primer capellán; todos lo trataban de “monseñor”, todos se echaban a reír cuando decía algún chiste.
La señora baronesa, que pesaba unas trescientas cincuenta libras, se había granjeado por ello gran consideración, y recibía las visitas con tal dignidad que la hacía aún más respetable. Su hija Cunegunda, doncella de diecisiete años, era rubicunda, fresca, rolliza, apetitosa. El hijo del barón era en todo digno de su padre. El preceptor Pangloss era el oráculo de la casa, y el pequeño Cándido escuchaba sus lecciones con la docilidad propia de su edad y su carácter.
Pangloss enseñaba metafísico-teólogo-cosmologonigología. Probaba admirablemente que no hay efecto sin causa, y que, en el mejor de los mundos posibles, el castillo de monseñor el barón era el más hermoso de los castillos, y que la señora baronesa era la mejor de las baronesas posibles. Demostrado está, decía Pangloss, que no pueden ser las cosas de otro modo, porque habiéndose hecho todo con un fin, éste no puede menos
de ser el mejor de los fines. Nótese que las narices se hicieron para llevar anteojos; por eso nos ponemos anteojos; las piernas notoriamente para las calzas, y usamos calzas; las piedras para ser talladas y hacer castillos; por eso su señoría tiene un hermoso castillo: el barón principal de la provincia ha de estar mejor aposentado que ninguno; y como los marranos nacieron para que se los coman, todo el año comemos tocino: en consecuencia, los que afirmaron que todo está bien, han dicho una tontería; debieron decir que nada puede estar mejor.
Cándido escuchaba atentamente y creía inocentemente, porque la señorita Cunegunda le parecía muy hermosa, aunque nunca se había atrevido a decírselo. Deducía que después de la felicidad de haber nacido barón de Thunder-ten-tronckh, el segundo grado de felicidad era ser la señorita Cunegunda; el tercero, verla cada día; y el cuarto, oír al maestro Pangloss, el filósofo más ilustre de la provincia, y, por consiguiente, de todo el orbe.
Cunegunda, paseándose un día por los alrededores del castillo, vio entre las matas, en un tallar que llamaban el parque, al doctor Pangloss que daba una lección de física experimental a la doncella de su madre, morenita muy graciosa y muy dócil. Como la señorita Cunegunda tenía gran disposición para las ciencias, observó sin pestañear las reiteradas experiencias de que era testigo; vio con claridad la razón suficiente del doctor, sus efectos y sus causas, y regresó agitada, pensativa, deseosa de aprender, figurándose que bien podría ser ella la razón suficiente de Cándido, quien podría también ser la suya.  
Encontró a Cándido de vuelta al castillo, y enrojeció; Cándido también enrojeció. Lo saludó Cunegunda con voz trémula, y contestó Cándido sin saber lo que decía. Al día siguiente, después de comer, al levantarse de la mesa, se encontraron detrás de un biombo; Cunegunda dejó caer su pañuelo, Cándido lo recogió; ella le tomó inocentemente la mano y el joven besó inocentemente la mano de la señorita con singular vivacidad, sensibilidad y gracia; sus bocas se encontraron, sus ojos se inflamaron, sus rodillas temblaron, sus manos se extraviaron. En esto estaban cuando acertó a pasar junto al biombo el señor barón de Thunder-ten-tronckh, y reparando en tal causa y tal efecto, echó a Cándido del castillo a patadas en el trasero. Cunegunda se desvaneció; cuando volvió en sí, la señora baronesa le dio de bofetadas; y todo fue consternación en el más hermoso y agradable de los castillos posibles.


  • Así comienza Cándido. Voltaire no se detiene mucho en la caracterización de los personajes, más bien se trata de una representación arquetípica, simbólica. Analiza los personajes que aparecen en este primer capítulo: Cándido, el barón y la baronesa, Cunegunda y Pangloss (fijándonos en los nombres y su significado).
  • Investiga sobre la base del pensamiento filosófico de Leibniz:

“Filósofo, matemático y estadista alemán, considerado como uno de los mayores intelectuales del siglo XVII. […] En la exposición filosófica de Leibniz, el universo se compone de innumerables centros conscientes de fuerza espiritual o energía, conocidos como mónadas. Cada mónada representa un microcosmos individual, que refleja el universo en diversos grados de perfección y evolucionan con independencia del resto de las mónadas. El universo constituido por estas mónadas es el resultado armonioso de un plan divino. Los humanos, sin embargo, con su visión limitada, no pueden aceptar males como las enfermedades y la muerte integrando una parte de la armonía universal. Este universo de Leibniz, “el mejor delos mundos posibles”, es satirizado como una utopía por el autor francés Voltaire en su novela Cándido.”
  • Analiza la intervención de Pangloss en este capítulo, entroncándola con el pensamiento de Leibniz.
  • El tono humorístico e irónico de muchos pasajes es evidente. Señalamos las frases donde mejor se refleja esta ironía.